sábado, 24 de noviembre de 2018

Major 2nd (2018) / (2020)

     Y ya que estábamos con béisbol, y para quitarme el mal sabor de la tontería anterior, decidí que ya había llegado el momento de conocer a la segunda generación de MajorMajor 2nd (2018), un título como otro cualquiera para una generation next pero que podría haber sido peor.
     "Daigo Shigeno aspiraba a ser un gran pitcher como su padre, un famoso jugador profesional que llegó a ser titular en las ligas americanas. Desafortunadamente su talento no estaba a la altura de sus aspiraciones, y presionado por las expectativas, acabó abandonando. Poco antes del verano se transfiere a su escuela Hikaru Sato, hijo también de un famoso jugador y compañero del padre de Daigo en las grandes ligas, y ante su implacable insistencia, Daigo decide darle otra oportunidad al béisbol."
     Al estar bajo un enfoque mucho más actual, Daigo resulta ser un personaje más creíble y más realista que su monstruoso padre cuando tenía su edad. Es un niño al fin y al cabo, de carácter fuerte, sí, pero lo suficientemente humano como para mostrarse incapaz de resolver su principal conflicto emocional: es malo jugando al béisbol. Muy malo. Su hermana mayor es mejor que él y su padre, el rematado fanático del béisbol que tantas dificultadas y dramas consiguió superar en la vida gracias a su inquebrantable determinación, se encuentra irremediablemente ausente, por lo que nuestro héroe se ha estancado cómodamente en su zona de confort y ha decidido vivir sin complicaciones. Hasta que llega el segundo en cuestión a darle la murga, claro, si no, no habría serie.
     Hikaru es aparentemente optimista y despreocupado, derrocha confianza al punto de resultar arrogante, pero es bien intencionado y cae bien. Aunque no siente mucha atracción por el juego en sí y desconoce muchas de sus facetas, tiene un gran talento para el béisbol y tiene mucha curiosidad por aprender y poder jugar con Daigo. Ahí es cuando los roles de sus respectivos padres se invierten y la secuela se independiza casi por completo de su obra mater, dando como resultado una serie totalmente diferente.

     A ver, sigue habiendo principalmente béisbol, pero no al 90%. También hay colegio, amigos, familia, personajes de la generación anterior, entrenamientos, comedia, drama, y de todo lo que viene a formar parte de la vida y que aporta una sensación más completa de realidad. Los progresos, cuando los hay, no son milagrosos, sino pequeños pero grandes avances resultado del aprendizaje de la técnica, la experiencia y el esfuerzo. Daigo no se vuelve bueno de la noche a la mañana, ni siquiera Hikaru deja de cometer errores, sino que evolucionan razonablemente acordes a lo que van aprendiendo y el tiempo transcurrido.
     Hacia el final de la serie, se sobreviene el dramón. Conociendo la debilidad del autor hacia los giros trágicos era de esperarse, pero viendo cómo se desarrollaba esta nueva etapa, llegué a pensar que tal vez Daigo se iba a librar, al menos de momento. Pero nop. Un terrible accidente, unas lesiones graves, sentimientos de culpa, etc etc Es entonces cuando el gran Goro Shigeno regresa a Japón y hace su elegante aportación a la serie, no como profesional del béisbol, sino como figura paterna. Y digo elegante porque dado su carácter, un personaje como él no tenía cabida en una serie como ésta, por lo que su ausencia casi absoluta me parece que no solo no se trata de un error, sino que es uno de sus mayores aciertos.

     La cosa no termina mal del todo. La tragedia se suaviza y parece que no hay nada irremediable, por lo que cabe esperar que haya continuidad después de este primer campeonato. Vaya, el manga sigue en publicación, así que espero, deseo y confío en que el 2019 nos traiga una nueva entrega de esta segunda generación de majors.

EDIT. Tuvimos que esperar hasta 2020 para ver la continuación, y encima, sufrió retrasos y pausas en su emisión debido a la pandemia, pero finalmente pudimos disfrutarla.

     La historia parece retomarse dos años después, Daigo y Mutsuko van juntos al mismo instituto y acaban de empezar segundo. Después de presentar a los nuevos miembros del club de béisbol, hay un par de flashbacks que explican por qué el Fuurin se ha vuelto un equipo casi inexistente. La falta de miembros ha convertido a Daigo en el capitán quien, además, ha de afrontar las labores de entrenador. Y para colmo, la mayoría de los jugadores son chicas. Muy buenas, eso sí, pero no lo suficiente como para que les tomen en serio.
     A pesar de las dificultades, Daigo y los demás se esforzarán al máximo para hacerse un hueco en el campeonato.

     Daigo ha mejorado como catcher y como bateador, pero sigue cometiendo muchos fallos. Es un jugador... normal y corriente que lucha por formar un equipo respetable.
     En este equipo de mayoría femenina, las personalidades de todos están perfectamente perfiladas, y las situaciones divertidas se intercalan con la emoción de los partidos. De todos los nuevos, mi favorito es Akira Nishina, un pitcher presumido becado por su habilidad que termina atrapado en el Fuurin rodeado de chicas a las que no les cae bien. El romance tiene un poco más de presencia pero apenas da pinceladas de color y ternura, no llega a desarrollarse como trama. Y tragedia como tal esta vez no hay, aunque la reaparición del desaparecido Hikaru transformado en una persona totalmente distinta, casi destruye la poca motivación que le quedaba a Daigo. Menos mal que de nuevo regresa su padre para darle unas collejas y ponerlo de nuevo en su sitio. Cierra arco pero nos deja con más ganas que antes. Lamentablemente, el manga no ha avanzado mucho más, así que habrá que seguir esperando.

     El diseño y la animación cambian a mejor, aunque a veces cuesta reconocer al protagonista (que ya no tiene los ojos de su padre). En cambio su hermana Izumi no ha cambiado ni las horquillas del pelo. Lo peor, que desde el capítulo dos te vas dando cuenta de que la historia no va a avanzar mucho por la lentitud con la que pasa el tiempo. Y porque a veces los resúmenes del capítulo anterior duran hasta dos minutos o más. Con todo, no se hace lenta ni aburrida. Solo corta.

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