Después de la decepción de Basilisk: Ouka Ninpouchou de veras intenté darle una oportunidad a su predecesora, pero como quiera que ya llevaba dos o tres decepciones casi seguidas, pensé que ya era hora de ir un poco más sobre seguro, y aunque no sin ciertos recelos, elegí una a la que ya hacía tiempo que quería hincar el diente: Full Metal Panic! Invisible Victory (2018).
"Sousuke y Kaname han vuelto al instituto y tratan de llevar una vida normal, pero las fuerzas de Amalgam no se han rendido y lanzan un ataque como nunca antes se había visto."
La historia parece arrancar justo después de donde la dejamos al final de la Second raid, tercera entrega de la saga, donde ya habíamos visto una faceta más seria y profunda de los personajes, y sigue en ese tono. Al menos en lo que se refiere a la desaparición de la comedia, porque de evolución psicológica y aceptación de traumas personales se habla poco. Hay mucha acción, mucha pelea para deleite de los mecha-fans, pero en dosis justas y momentos adecuados a la trama. Eso, junto con la mejora en el diseño y animación, hacen que incluso yo haya disfrutado de las coreografías en gran medida. Técnicamente avanza mucho con respecto a sus predecesoras, y aunque mantiene gran parte del diseño original, tanto personajes como armamento presentan un aire más moderno.
Pero emocionalmente no he sentido la misma empatía de antaño ya que Sousuke parece involucionar. Al principio pensé que la llegada de nuevos personajes a su vida, nuevos camaradas con los que interacturar que nada tenían que ver con la guerra o los militares, le ayudarían en su proceso de humanización. El hecho de que finalmente parezca confiar en ellos hasta el punto de pedir su ayuda me dio esperanzas en ese sentido. Pero nada más lejos. Sousuke acaba decepcionándome como personaje, como soldado y como ser humano al implicar de forma despreocupada y negligente a un grupo de civiles en un conflicto tan grave, y hasta cierto punto, personal, y del que se desvincula sin problemas cuando la operación llega a su fin.
Su cabeza está llena solo de Kaname, por lo que sus acciones y motivaciones cobran un carácter egoísta, y el hecho de que apenas parezca preocuparse de las consecuencias y daños colaterales, hacen muy difícil que esté de acuerdo con él. Afortunadamente, la historia pasa página rápidamente y de nuevo resurgen los viejos amigos, haciendo que la trama vuelva a su dimensión internacional.
Y por otro lado tenemos a una Kaname Chidori casi ausente, deprimida y melancólica, agobiada por su culpabilidad, pero que por otro lado continúa luchando. Quiere regresar pero teme hacer daño a sus amigos, quiere que la rescaten y a la vez no ser una carga. Una contradicción continua que la lleva a desear el suicidio para que luego, de repente, sin detonante aparente, retome de nuevo el deseo de luchar. Y todo eso en menos de 15 minutos de tiempo real en pantalla.
Pero bueno, molaba verlos enamorados y admitiéndolo abiertamente. Molaba ver a Sousuke intentado expresarse y relacionarse con otras personas. Molan mucho las batallitas y los momentos heróicos. Pero no mola que la cosa no acabe y que de momento no haya indicios de más temporadas. Podían haberse ahorrado el arco de Namsac y las peleas de robots, y en vez de una serie, haber hecho una película que sirviera como prólogo de una temporada más larga. Porque esta serie se queda en eso: un prólogo con un leve cierre de arco pero que lo deja todo arriba, abierto y sin explicar.
Quiero otra temporada pronto o me voy a enfadar.
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