viernes, 18 de enero de 2019

A falta de tiempo, buenas son películas IV

     No, no estoy trabajando, aún sigo de vagaciones en casa de mis padres, pero el grupo de manga con el que colaboro como traductora de repente se acordó de mí y me pidió ayuda con tres proyectos, así que anduve algo atareada y pensé que era buen momento para ir dando salida a varias pelis que tenía cogiendo polvo.
     Empezamos con algo ligerito: Mary y la flor de la bruja (2017), que aunque parezca que no, viene del título original japonés Meari to majo no hana.




     "Mary es una chica enérgica y curiosa que acaba de trasladarse al campo para vivir con su tía abuela Charlotte. Un día se adentra en el bosque siguiendo a unos gatos y encuentra una flor muy extraña que confiere poderes mágicos por tiempo limitado, lo que la hace muy codiciada en el mundo de las brujas."








     Una aventurita para toda la familia al más puro estilo del viejo Ghibli... sin ser Ghibli. Los personajes, la ambientación, el desarrollo de la trama, una heroína fuerte, un mundo a caballo entre el terror y la maravilla... y muchos elementos más recuerdan inevitablemente a tantos títulos del maestro Miyazaki que no es posible enumerarlos todos. Pero hace muy buen uso de todo lo aprendido, lo que la convierte en una digna sucedánea. Lo mejor, su estructura feminista: chica conoce chico, chica mete a chico en un lío, y finalmente, chica rescata a chico. Mancantao.

     Siguiendo el rastro de la magia del título, apareció Mai Mai Shinko to Sennen no Mahou (2009) (MaiMai Shinko y la magia milenaria), película que han promocionado recientemente para su venta en Occidente bajo el nombre de Mai Mai Miracle y que me puse a ver sin acordarme de que ya lo había hecho.






     "Shinko es una niña de 9 años, alegre y con una gran imaginación, que vive en una zona rural a principios de los 60. Un día, una niña muy tímida llamada Kiiko procedente de Tokio es transferida a su escuela y Shinko decide ser su amiga y enseñarle a divertirse."











     Otra que recuerda mucho a Ghibli sin ser Ghibli, pero esta vez no en su faceta fantástica, sino en la histórica y la humana. Paisajísticamente bella, de ritmo sereno, una historia llena de inocencia en tiempos revueltos sazonada con la magia de la imaginación, pero que no me termina de cuajar... Quiero decir, no sé cómo será la novela en  la que se basa, pero el rollo de la magia milenaria, la niña de hace mil años, no sé muy bien qué pinta en la historia. Se supone que está conectada con las otras dos niñas por el "poder" de la imaginación y por el mismo deseo de jugar con niñas de su edad, pero su presencia está descompensada, no va en paralelo con las niñas del "presente". Como trozos intercalados de una historia independiente. Despista.

     Y le llegó el turno a Kimi no Suizou wo Tabetai (2018) o Quiero comerme tu páncreas, que aunque pueda parecer una bizarra comedia de zombis, es un drama romántico de los que te dejan seca de tanto llorar.






     "Un solitario estudiante de instituto descubre a través de un diario perdido que su compañera de clases Sakura Yamauchi padece una enfermedad terminal. 
     Como única persona que comparte su secreto, Sakura se interesa por él e intenta romper su soledad."








     Suelo huir de los dramones cantados como este. No me gusta saber de antemano que voy a llorar y por qué pero tenía ganas de saber qué se cocía detrás de una sinopsis tan reveladora. Técnica y narrativamente cuenta con la calidad estándar de este tipo de producciones, además de tonos pastel y diseño semiadulto de personajes, con lo que no destaca especialmente en animación. Lo resaltable aquí es la relación entre sus protagonistas pero ya más bien a partir de la segunda mitad. Porque al principio ella es un poco cargante y demasiado alegre, lo cual resulta inverosímil en un personaje moribundo, y él es un tipo desagradable y asocial que decidió aislarse sin motivo aparente. Pero lentamente se va descubriendo qué tienen en común y qué es lo que buscan el uno del otro, y ya te lo crees más y te implicas y te encariñas.
     Por último he de reconocer que, por mucho que se viera venir, la muerte de ella me pilló desprevenida, y a mí me gustan mucho que me sorprendan, así que le doy mi aprobación.


     Para la última dejé Maquia, una historia de amor inmortal (2018) que en japonés se titula [Sayonara no Asa ni Yakusoku no Hana o Kazarō], película que fue estrenada en los cines españoles pero que duró muy poco en VOS y no llegué a pillarla en pantalla grande.





     "Después de que los humanos atacaran su pueblo en busca de la longevidad de su raza, Maquia se ve perdida y sola por primera vez. Es entonces cuando se encuentra un bebé en el bosque y decide dedicar su vida a amarlo y cuidarlo a pesar de que sabe que tarde o temprano tendrán que despedirse."










     Esta es de las bonitas, de las que te hacen llorar de emoción y no de pura tristeza, aunque penurrias no le faltan, claro. El mundo que presenta es suave y estilizado, las ropas y los cabellos se mueven vaporosos, las líneas que definen a personajes y escenarios son bellas delicadas, pero la historia que nos trae no está exenta de cruda realidad. Hermosa pero fatídica, se centra básicamente en la relación entre Maquia y Ariel, dos personajes unidos por el amor pero destinados a separarse desde el principio, ya que sus vidas transcurren a ritmos diferentes. Y sin embargo, se aman, de distintas formas, a lo largo de los años, y en medio de las turbulencias que agitan el país y al resto de personajes que los rodean.
     Me gusta que la historia se desarrolle a lo largo de varios años. Me gusta el personaje de Ariel, que evidentemente, es el que más cambia y evoluciona, y además lo hace con madurez y coherencia. Me gustan esos secundarios fuertes, pasionales, tremendos, viviendo sus propios dramas. Quizá lo más flojo sea la propia protagonista y aún así lleva bastante bien ser el eje de la tormenta. Tormenta que por otro lado se intuye muy compleja e interesante, pero que debido a la limitada duración del largometraje, no logramos disfrutar en toda su profundidad. Molaría que hicieran una serie...

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