Si los horarios de trabajo ya eran una locura y a esta semana pasada le añadimos la baja de una compañera, tenemos como resultado seis días de desbarajuste y un día menos de descanso. Hoy no pienso salir de casa para poder adelantar todo lo que tengo atrasado y poder comentar por fin Shingeki no Bahamut: Genesis (2014) / VIRGIN SOUL (2017) antes de que se me olvide.
"La llave que abre el sello de la bestia Bahamut ha sido robada. Y mientras ángeles y demonios se esfuerzan para impedir la catástrofe, dos cazarrecompensas acompañan a una extraña joven en su viaje para encontrar a su madre.
Diez años después de la primera aventura, el reino de los hombres ha recuperado parte de su vieja gloria esclavizando a los demonios. Y mientras se gestan los planes de rebelión, la amenaza de Bahamut resurge de nuevo."
Shingeki no Bahamut (La furia de Bahamut) es un juego virtual de cartas o algo así que debido a su popularidad saltó a la animación. Quizá por eso el diseño de sus personajes es más maduro y estrafalario de lo que estamos acostumbrados. De hecho, tardé en decidirme a verla debido a que sus protagonistas no me resultaban atractivos visualmente (uno es un afro pelirrojo y el otro lleva un tupé, como se aprecia en la imagen más arriba), pero superados mis prejuicios, he de reconocer que la calidad tanto de la animación como de los diseños es de grado superior y más que acertada para el mundo que representan.
Un mundo ecléctico donde conviven hombres, dioses y demonios en delicada armonía. Donde hay magia, guerras y, cómo no, tiempo para el amor. Si bien a veces parece que la historia va dando tumbos, o que los personajes van en círculos, el avance se termina produciendo lentamente hacia un final algo previsible por inevitable pero no por ello carente de encanto. Esto se acentúa aún más en la segunda temporada, donde los personajes, viejos y nuevos, van en aumento a medida que avanzan los capítulos, y que después de cruzarse, se separan y avanzan de forma independiente. Sin embargo, el hecho de que el amor sea el eje central de esta segunda temporada le da mayor unidad y el caos se hace más llevadero.
Y es que todos los personajes son profundos, polifacéticos y complejos de tal modo que protagonistas y secundarios se confunden dependiendo del drama que estemos presenciando en cada capítulo. Porque hay mucho drama. Comedia, también, pero sobre todo drama. Y heridas graves, secuelas irreversibles y, cómo no, muertes. La animada paleta de colores ayuda a suavizar la crueldad de algunas situaciones, pero no las evita totalmente, así que la historia nunca pierde su aire adulto.
Pues eso, que a pesar de que muchas veces pensaba que la cosa se detenía en detalles inútiles o situaciones que no ayudan al avance de la historia principal, son precisamente esos matices los que completan el enorme caleidoscopio del mundo en el que se desarrolla. La multiplicación de personajes multiplica a su vez los dramas individuales, y esa diversidad de microhistorias enriquecen el conjunto de forma que me tuvieron pegada a la pantalla capítulo tras capítulo. Una serie peculiar sin duda, con un avance errático pero muchas minihistorias interesantes. Grata sorpresa en tiempos laboriosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario