Al verme con tanto tiempo libre de repente y con los ánimos por los suelos, decidí que era el momento ideal de ver seguidas todas las pelis de Harry Potter, ya que no soy especialmente fan pero tenía curiosidad. Cuando las terminé, y sin mayor intención que descargar un poco mi disco duro de cosas que ya habían acumulado bastante polvo, me hice una sesión continua de películas live action como Ookami shoujo to kuro ouji (2016), Tonari no kaibutsu-kun (2018), Marmalade Boy (2018), Kuragehime (2014), y Chihayafuru parte 1 y parte 2 (2016), con resultados desiguales pero que por pura flojera no pienso comentar.
La serie que cayó después de todo esto sí que merecería ser comentada, pero como solo se ha emitido la primera temporada, y hay una segunda programada para el año que viene, la dejaré para entonces, aunque vuelvan a dejarla en continuará: se trata de Kingdom (2018), una que pasará a mis imperdibles a pesar de que no es de animación, no es live action, y ni siquiera es japonesa.
Casi al mismo tiempo que Kingdom, me vi El patito feo que surcó los cielos, aka Sora wo Kakeru Yodaka (2018), otra serie de Netflix cuyo argumento había llamado mi atención y me acabó enganchando. Tal vez la comente algún día, o tal vez no, ahora mismo no estoy por la labor.
Y por último antes de volver al anime que tanto amo, siguiendo con el género zombie y porque me moría ya por algo de comedia en mi vida, acabé tragándome las cuatro temporadas hasta ahora disponibles de iZombie, una serie made in USA donde una zombie que trabaja en la morgue de la policía ayuda a resolver casos de asesinato. Comedia, misterio, acción, romance y zombies. Estoy deseando que se estrene la quinta y última el mes que viene, aunque al final como siempre la cosa ya estaba decayendo en una paranoia un poco cutre.
¿Y el anime? Pues cuando por fin llegué a casa de mis padres, refugio y santuario donde lamo mis heridas emocionales, volví a sentir ganas de animación japonesa. Hice una rifa, y salió ganadora en tercer lugar Lord of Vermilion: Guren no Ou (2018), para bien y para mal.
"Cuando su padre fue asesinado, Chihiro Kamina fue adoptado por la familia de su mejor amigo Kotetsu Domyoji, con quien asiste a la universidad en la futura ciudad de Tokio. Un día, un misterioso sonido de alta frecuencia hace que todo el mundo caiga inconsciente durante unos días y muchos desaparezcan inexplicablemente. Cuando Chihiro despierta por fin 5 meses después, descubre que la ciudad ha sido invadida por una planta monstruosa y una peligrosa niebla roja. Para enfrentar la continua aparición de monstruos que amenazan a la humanidad, Chihiro despertará un extraño poder heredado que le ata a un inevitable destino."
Lord of Vermilion es un videojuego basado a su vez en una serie de cartas coleccionables, y tras ver su decepcionante calidad artística y argumental, me lleva a pensar que no es más que un accesorio decorativo para que los fans incondicionales completen la saga de merchandising correspondiente.
De animación justita, con una paleta de colores básicos y planos y cero texturas, no consigue alcanzar la ambientación colosal y apocalíptica a la que aspira en vano a base de inflar una banda sonora llena de coros a lo Ghost in the Shell o Evangelion. El continuo intento de intensificar el dramatismo alcanza también sin éxito al triste elenco de personajes vacíos, hieráticos, planos y carentes de carisma alguno. De forma que, a pesar de mostrarse abrumados por terribles cargas del destino y afrontar la muerte de sus seres queridos, no puedo sino sentir una profunda apatía por sus desgracias, por otro lado, previsibles, típicas y tópicas de aburrirse.
Una desafortunada elección para iniciar mi retorno, pero que por otro lado, anuncia que poco puede ser peor. Nada recomendable.
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