martes, 10 de septiembre de 2019

Karakuri Circus (2018)

     Como quiera que Netflix ya había estrenado la nueva serie de Cristal oscuro, uno de los iconos de mi infancia, allá que me fui unos diitas a disfrutar de otro tipo de animación, porque no solo del anime vive el otaku. Y yo soy parte "friki en general". Ha estado muy bien, la verdad (final/cierre de temporada incluido), y se rumorea que habrá más temporadas, cosa que me hace mucha ilusión.
     Así que cuando volví a mi campo favorito, quería algo con muchos capis y lo único que encontré fue Karakuri Circus (2018), 36 episodios de puro shonen.








     "Tras heredar el imperio Saiga, cosas extrañas empiezan a pasar alrededor de Masaru, quien, viendo su vida amenazada, huye en busca de alguien llamado Shirogane para que le proteja. En el camino se topará también con Narumi Kato, un artista marcial que de algún modo se ve obligado a ayudarle."








     La historia de Karakuri circus (literalmente: el circo de los mecanismos o marionetas) es un caos absoluto. No consigo resumir un argumento central porque simplemente no lo tiene, sino que son muchas historias interconectadas a través de los personajes, y que va saltando alegremente de un arco a otro casi sin avisar. A ver, al principio parece que se va a centrar en Masaru, el pequeño heredero al que todos persiguen, y sus dos guardianes: Shirogane la marionetista y Narumi, un maestro en kenpo. Supuse que entre los dos le enseñarían a luchar y la cosa pasaría por algún tipo de torneo, etc, hasta llegar a la fase final de enfrentamiento con el villano. Pero nada más lejos.
     De repente pasamos directamente a una batalla de dimensiones épicas con una larga lista de personajes nuevos, con sus flashbacks correspondientes y sus duelos infinitos. Los malos son autómatas, marionetas autónomas, y los buenos pelean usando marionetas a su vez, y aunque la calidad de la animación no es mala y el ritmo de batallas es bastante ágil, las peleas en sí son un sinsentido de armas y trucos porque sí, en un mar gratuito de sangre y dolorosas muertes. Sin embargo, la bella jefaza final les plantea un nuevo misterio, y todos se marchan sin la cura que buscaban.
     A partir de ese momento, la historia y los personajes van dando tumbos en aras a dar coherencia a un argumento que no lo tiene: marionetas con voluntad propia y mecanismos que provocan enfermedades, de repente se ven mezclados con alquimia y una serie de historias ocurridas en el pasado, centradas en un triángulo amoroso y la vaga idea de la reencarnación. Retazos que no parecen sino parches tratando de unir algo inconexo desde el principio.
     El desarrollo y evolución de los personajes simplemente no existe. Sus personalidades cambian repentinamente gracias a un recuerdo o por detonantes gratuitos. Niños sin habilidad ninguna de repente saltan de cabeza a la guarida de los malos malísimos, y salvan la vida gracias al comportamiento caprichoso de algunos villanos. O porque adquieren poderes simplemente con fuerza de voluntad, o yo qué sé. Narumi se vuelve frío e irascible. Shirogane se vuelve blandita. Y así un sinfín de incongruencias más.
     El clímax tiene lugar en un emplazamiento imposible y se resuelve, como todo, de manera oportuna con elementos sacados de la manga.

     Por ciertos detalles de diseño y desarrollo, me recordaba a Ushio to Tora (2015), del mismo autor, y que vi hace años, pero para nada me resultó tan inverosímil como este sinsentido. Entretenida sí, llena de acción a tope de power, intrigante a ratos, se deja ver claro que sí, pero es solo que... como guion deja mucho que desear. Si hay más de esto, no cuenten conmigo.

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