jueves, 24 de enero de 2019

Banana fish (2018)

     Después de dedicar el poco tiempo que tenía a vaciar el disco duro de películas atrasadas, decidí que había llegado el momento de pasar a algo más intenso y me pillé Banana fish (2018). Y ahora, casi cinco series después, más vale que escriba ya su entrada o se me va a amontonar el trabajo. Y es que por mucho que lo retrase, tendré que comentarla tarde o temprano, así que cuanto antes mejor y aquí vamos.








     "Ash Lynx es el líder de una pandilla callejera que cuenta con la protección de un capo de la mafia neoyorquina. Sin embargo, tras un encuentro fortuito con un hombre moribundo, acabará involucrado en una investigación que pondrá en peligro su vida."









     Prácticamente la devoré. No solo porque tenía mucha hambre de algo así, sino porque además era frenética e intensa, no dejaban de pasar cosas, y no podía dejar de verla más que cuando me caía de sueño. Banana fish es un manga de finales de los 80 pero para el anime han optado por simular un Nueva York más actual, así que no tiene tufillo vintage. Tiene una trama compleja y violenta, con  drogas, sexo, abuso de menores y asesinatos. No es yaoi propiamente dicho, porque no se confirma romance entre los protagonistas, pero sí que se traen cierto rollito BL por lo menos, y hay mucho violador homosexual por ahí, aunque nunca se ve nada de forma explícita.
     Diseño de personajes, ambientación, coreografías y animación en general merecen un notable alto, así como la narración y estructura de la historia que abarca todo el manga, a excepción del epílogo de  nosécuántos años después. Todos los personajes son redondos y pesan en su justa medida, nadie parece parte del fondo, todos y cada uno aparecen retratados con justicia y profundidad suficiente, aunque algunos estén como "de paso" o parezcan meros "enlaces" como es el caso de Shunichi Ibe, el fotógrafo que lleva a Eiji a Nueva York, o Skip, el niño de la pandilla de Ash que secuestran junto con Eiji al principio de todo el jaleo.

     Aquí hay que tener muy claro que el protagonista es Ash y únicamente Ash. Eiji es su soporte, el punto de giro emocional que necesitaba en su vida y el motor que le impulsará a continuar cuando no pueda más. Ash puede parecer su caballero ya que lo rescata muchas veces, pero realmente es la princesa que únicamente Eiji puede salvar. Una relación hermosa, casta, de amor espiritual que a pesar de su fuerza no está destinada a terminar bien. Ash es un asesino con un turbio pasado como prostituto y Eiji es un universitario japonés de buena familia, así que pronto me hice a la idea de que esto no podía tener un final feliz. Pero de ahí a acabar como acaba, es demasiado cruel.
     Debo reconocer que a pesar de que todo llevaba un tinte bastante realista, llegué a albergar esperanzas de que Ash podría encontrar la forma de escaparse de todo y tener un final super happy viviendo una vida normal con Eiji en Japón. Pero realmente me conformaba con algo más previsible, como que acabaran muertos o al menos separados. Y, bueno, así es como fue, solo que la forma en que sucede es para denunciar a la autora.
     Hay finales tristes, finales cabrones, y luego tenemos el final de Banana fish.

     También me gustó mucho la relación que se establece entre Ash y Max Lobo. Al principio creí que se quedaría en odio por venganza, pero poco a poco el papel del periodista cambia y aparece una peculiar relación padre-hijo muy tierna y muy divertida en ocasiones. El episodio de la fuga del psiquiátrico tiene partes realmente cómicas.

     Por lo que he visto, es totalmente fiel al manga, salvo detalles de diseño y poco más que fueron necesarios para adaptarlo a nuestros días. El final es idéntico pero cuenta con un pequeño epílogo que tiene lugar siete años después y que, muy a nuestro pesar, corrobora el final para que no quede duda alguna. En conjunto cumplió mis expectativas y las superó, es una gran historia que creo superará bien el paso del tiempo. No deberías perdértela.

No hay comentarios:

Publicar un comentario